Puntualmente aqu, se procedi tomando como ejemplo el cuento Pecado de omisin (particular) de Ana Mara Matute como un reflejo de lo ocurrido con los nios de la posguerra civil espaola (general). Mtodo hipottico-deductivo: el mismo consiste en la elaboracin de una hiptesis mediante la cual se llega a una deduccin que verifica la hiptesis. El Nombre de Ella Es Ana Maria Ella nacio en Barcelona el 20 de Julio de 1926 Ella a los diecisiete anos escribio su primera novela, pequeno treato Ella se caso con el escritor Eugenio de Goicoechea Ella fue nombrada academica de la Real Academia Espanola de la Lenguan en 1996 Ella iso mas novelas y Ella murio el 25 de junio de 2014 en barcelona.
A los trece años se le murió la madre, que era lo último que le quedaba. Al quedar huérfano ya hacía lo menos tres años que no acudía a la escuela, pues tenía que buscarse el jornal de un lado para otro. Su único pariente era un primo de su madre, llamado Emeterio Ruiz Heredia. Emeterio era el alcalde y tenía una casa de dos pisos asomada a la plaza del pueblo, redonda y rojiza bajo el sol de agosto. Emeterio tenía doscientas cabezas de ganado paciendo por las laderas de Sagrado, y una hija moza, bordeando los veinte, morena, robusta, riente y algo necia. Su mujer, flaca y dura como un chopo, no era de buena lengua y sabía mandar. Emeterio Ruiz no se llevaba bien con aquel primo lejano, y a su viuda, por cumplir, la ayudó buscándole jornales extraordinarios. Luego, al chico, aunque le recogió una vez huérfano, sin herencia ni oficio, no le miró a derechas, y como él los de su casa.
La primera noche que Lope durmió en casa de Emeterio, lo hizo debajo del granero. Se le dio cena y un vaso de vino. Al otro día, mientras Emeterio se metía la camisa dentro del pantalón, apenas apuntando el sol en el canto de los gallos, le llamó por el hueco de la escalera, espantando a las gallinas que dormían entre los huecos:
-¡Lope!
Lope bajó descalzo, con los ojos pegados de legañas. Estaba poco crecido para sus trece años y tenía la cabeza grande, rapada.
-Te vas de pastor a Sagrado.
Lope buscó las botas y se las calzó. En la cocina, Francisca, la hija, había calentado patatas con pimentón. Lope las engulló deprisa, con la cuchara de aluminio goteando a cada bocado.
Lope buscó las botas y se las calzó. En la cocina, Francisca, la hija, había calentado patatas con pimentón. Lope las engulló deprisa, con la cuchara de aluminio goteando a cada bocado.
-Tú ya conoces el oficio. Creo que anduviste una primavera por las lomas de Santa Áurea, con las cabras de Aurelio Bernal.
-Sí, señor.
-No irás solo. Por allí anda Roque el Mediano. Iréis juntos.
-Sí, señor.
Francisca le metió una hogaza en el zurrón, un cuartillo de aluminio, sebo de cabra y cecina.
-Andando -dijo Emeterio Ruiz Heredia.
Lope le miró. Lope tenía los ojos negros y redondos, brillantes.
-¿Qué miras? ¡Arreando!
Lope salió, zurrón al hombro. Antes, recogió el cayado, grueso y brillante por el uso, que guardaba, como un perro, apoyado en la pared.
Cuando iba ya trepando por la loma de Sagrado, lo vio don Lorenzo, el maestro. A la tarde, en la taberna, don Lorenzo fumó un cigarrillo junto a Emeterio, que fue a echarse una copa de anís.
-He visto a Lope -dijo-. Subía para Sagrado. Lástima de chico.
-Sí -dijo Emeterio, limpiándose los labios con el dorso de la mano-. Va de pastor. Ya sabe: hay que ganarse el currusco. La vida está mala. El «esgraciado» del Pericote no le dejó ni una tapia en que apoyarse y reventar.
-Lo malo -dijo don Lorenzo, rascándose la oreja con su uña larga y amarillenta- es que el chico vale. Si tuviera medios podría sacarse partido de él. Es listo. Muy listo. En la escuela...
Emeterio le cortó, con la mano frente a los ojos:
-¡Bueno, bueno! Yo no digo que no. Pero hay que ganarse el currusco. La vida está peor cada día que pasa.
Pidió otra de anís. El maestro dijo que sí, con la cabeza. Lope llegó a Sagrado, y voceando encontró a Roque el Mediano. Roque era algo retrasado y hacía unos quince años que pastoreaba para Emeterio. Tendría cerca de cincuenta años y no hablaba casi nunca. Durmieron en el mismo chozo de barro, bajo los robles, aprovechando el abrazo de las raíces. En el chozo sólo cabían echados y tenía que entrar a gatas, medio arrastrándose. Pero se estaba fresco en el verano y bastante abrigado en el invierno.
El verano pasó. Luego el otoño y el invierno. Los pastores no bajaban al pueblo, excepto el día de la fiesta. Cada quince días un zagal les subía la «collera»: pan, cecina, sebo, ajos. A veces, una bota de vino. Las cumbres de Sagrado eran hermosas, de un azul profundo, terrible, ciego. El sol, alto y redondo, como una pupila impertérrita, reinaba allí. En la neblina del amanecer, cuando aún no se oía el zumbar de las moscas ni crujido alguno, Lope solía despertar, con la techumbre de barro encima de los ojos. Se quedaba quieto un rato, sintiendo en el costado el cuerpo de Roque el Mediano, como un bulto alentante. Luego, arrastrándose, salía para el cerradero. En el cielo, cruzados, como estrellas fugitivas, los gritos se perdían, inútiles y grandes. Sabía Dios hacia qué parte caerían. Como las piedras. Como los años. Un año, dos, cinco.
Cinco años más tarde, una vez, Emeterio le mandó llamar, por el zagal. Hizo reconocer a Lope por el médico, y vio que estaba sano y fuerte, crecido como un árbol.
-¡Vaya roble! -dijo el médico, que era nuevo. Lope enrojeció y no supo qué contestar.
Francisca se había casado y tenía tres hijos pequeños, que jugaban en el portal de la plaza. Un perro se le acercó, con la lengua colgando. Tal vez le recordaba. Entonces vio a Manuel Enríquez, el compañero de la escuela que siempre le iba a la zaga. Manuel vestía un traje gris y llevaba corbata. Pasó a su lado y les saludó con la mano.
Francisca comentó:
-Buena carrera, ése. Su padre lo mandó estudiar y ya va para abogado.
Al llegar a la fuente volvió a encontrarlo. De pronto, quiso llamarle. Pero se le quedó el grito detenido, como una bola, en la garganta.
-¡Eh! -dijo solamente. O algo parecido.
Manuel se volvió a mirarle, y le conoció. Parecía mentira: le conoció. Sonreía.
-¡Lope! ¡Hombre, Lope...!
¿Quién podía entender lo que decía? ¡Qué acento tan extraño tienen los hombres, qué raras palabras salen por los oscuros agujeros de sus bocas! Una sangre espesa iba llenándole las venas, mientras oía a Manuel Enríquez.
Manuel abrió una cajita plana, de color de plata, con los cigarrillos más blancos, más perfectos que vio en su vida. Manuel se la tendió, sonriendo.
Lope avanzó su mano. Entonces se dio cuenta de que era áspera, gruesa. Como un trozo de cecina. Los dedos no tenían flexibilidad, no hacían el juego. Qué rara mano la de aquel otro: una mano fina, con dedos como gusanos grandes, ágiles, blancos, flexibles. Qué mano aquélla, de color de cera, con las uñas brillantes, pulidas. Qué mano extraña: ni las mujeres la tenían igual. La mano de Lope rebuscó, torpe. Al fin, cogió el cigarrillo, blanco y frágil, extraño, en sus dedos amazacotados: inútil, absurdo, en sus dedos. La sangre de Lope se le detuvo entre las cejas. Tenían una bola de sangre agolpada, quieta, fermentando entre las cejas. Aplastó el cigarrillo con los dedos y se dio media vuelta. No podía detenerse, ni ante la sorpresa de Manuelito, que seguía llamándole:
-¡Lope! ¡Lope!
Emeterio estaba sentado en el porche, en mangas de camisa, mirando a sus nietos. Sonreía viendo a su nieto mayor, y descansando de la labor, con la bota de vino al alcance de la mano. Lope fue directo a Emeterio y vio sus ojos interrogantes y grises.
-Anda, muchacho, vuelve a Sagrado, que ya es hora...
En la plaza había una piedra cuadrada, rojiza. Una de esas piedras grandes como melones que los muchachos transportan desde alguna pared derruida. Lentamente, Lope la cogió entre sus manos. Emeterio le miraba, reposado, con una leve curiosidad. Tenía la mano derecha metida entre la faja y el estómago. Ni siquiera le dio tiempo de sacarla: el golpe sordo, el salpicar de su propia sangre en el pecho, la muerte y la sorpresa, como dos hermanas, subieron hasta él así, sin más.
Cuando se lo llevaron esposado, Lope lloraba. Y cuando las mujeres, aullando como lobas, le querían pegar e iban tras él con los mantos alzados sobre las cabezas, en señal de indignación, «Dios mío, él, que le había recogido. Dios mío, él, que le hizo hombre. Dios mío, se habría muerto de hambre si él no lo recoge...», Lope sólo lloraba y decía:
-Sí, sí, sí...
Pecado de omisión by Ana María Matute
Matute was born in Barcelona, Spain, the second of five children in a conservative middle class family. Her father, Facundo Matute, owned an umbrella factory and has been credited with inspiring his daughters creativity. Matute spent a considerable amount of time in Madrid during her childhood as well, but few of her stories are set there.When she was four years old, she almost died of an illness, and was taken to live with her grandparents in San Mansilla de la Sierra, a small town in the mountains, for a period of convalescence. Matute says that she was profoundly influenced by the villagers whom she met during her time there. This influence can be seen in such works as those published in the 1961 anthology Historias de la Artamila (Stories about the Artamila, all of which deal with the people that Matute met during her recovery). Settings reminiscent of that town are also often used as settings for her other work.
She was almost ten years old when the Spanish Civil War broke out in 1936, and this conflict is said to have had the greatest impact on Matutes writing. She considered not only the battles between the two factions, but also the internal aggression within each one The war resulted in Francisco Francos rise to power, starting in 1936 and escalating until 1939, when he took control of the entire country. Franco established a dictatorship which lasted thirty-six years, until his death in 1975. The violence brought on by the war continued through much of his reign. Since Matute matured as a writer in this posguerra period under Francos oppressive regime, some of the most recurrent themes in her works are violence, alienation, misery, and especially the loss of innocence.
She married Ramón Eugenio de Goicoechea, also a writer, on 17 November 1952, and the couple had a son, Juan Pablo, to whom Matute dedicated various childrens stories. The couple divorced in 1965. Because of the laws of Spain, following her divorce she was not allowed to see her son, as the law gave full care over to her ex-husband. This caused Matute great emotional distress. However, she refused to use this as material for any of her stories.
During her last years, before being very ill, Matute worked as university professor. She traveled in various countries, especially the United States, as a lecturer. She was outspoken about subjects such as the benefits of emotional suffering, the constant changing of a human being, and how innocence is never completely lost. She claimed that, although her body was old, she was young at heart.
In the year 1998, she was elected as a member of the Real Academia Española, becoming the third woman that could take part in the spanish language academia. Her academic life also led her to be an honorific member in the Hispanic Society of America and, in the year 2013, to be a juror in the Miguel de Cervantes Prize, the most important in spanish language.
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Ana María Matute
El Pecado de omisin es un cuento muy realista de Ana Mara Matute. El cuento, cuyo protagonista es Lope, abarca 5 aos y tiene lugar en el campo de Espaa. Despus de la muerte del padre de Lope, el chico fue dejado a su to, don Emeterio. El to le emplea como pastor, as debe vivir en las montaas cuidando los animales totalmente aislado. Cuando revuelve despus 5 aos le da ataque nervioso viendo las diferencias entre su vida desierta y la vida comda de la gente del pueblo. Por fin ocurre la tragedia: Lope mata a Emeterio porque piensa que es la nica manera de representar sus sentimientos y su odio. El ttulo refiere al pecado de Lope, es claro.
El Pecado de omisin es un cuento muy realista de Ana Mara Matute. El cuento, cuyo protagonista es Lope, abarca 5 aos y tiene lugar en el campo de Espaa. Despus de la muerte del padre de Lope, el chico fue dejado a su to, don Emeterio. El to le emplea como pastor, as debe vivir en las montaas cuidando los animales totalmente aislado. Cuando revuelve despus 5 aos le da ataque nervioso viendo las diferencias entre su vida desierta y la vida comda de la gente del pueblo. Por fin ocurre la tragedia: Lope mata a Emeterio porque piensa que es la nica manera de representar sus sentimientos y su odio.
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interpreting literature—and a review of literary criticism apparently bears this out —that Ana Maria Matute's short story, 'Pecado de omision points inescapably to.
five conversations you must have with your son
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